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Tierra de molinos y de un Hidalgo caballero llamado Don Quijote de la Mancha.

Descubre con nosotros todo lo que Castilla la Mancha tiene que ofrecer. Naturaleza, fauna, gastronomía, pueblos y ciudades... parajes de ensueño.


Cuenca

Cuenca

La Ciudad de Cuenca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una de las ciudades con más riqueza material e inmaterial de España.  

La Cuenca paisaje es una ciudad levantada en una lengua de tierra entre las hoces de los ríos Júcar y Huécar, que dan un marco natural incomparable a un urbanismo anclado en el tiempo. Estas hoces encierran un inmenso patrimonio histórico que se enclava entre dos precipicios, una ciudad inmersa en la naturaleza de miles de años de morfología geológica, poco a poco horadada por estos ríos y que forman unas estructuras pétreas que empequeñecen al que las observan. 

La Cuenca patrimonio es una ciudad que se abre al visitante como una perfecta fusión entre arte moderno y tradición. Imprescindible para el viajero será recorrer su casco antiguo, dejándose perder por el entramado de encantadoras callejuelas que albergan, desde importantes muestras de patrimonio religioso como iglesias, conventos, seminarios en los que se respira esa tan arraigada tradición de culto de esta ciudad, hasta importantes museos como el Museo de Arte Abstracto, el de la Fundación Antonio Pérez o el Museo Secreto de la Catedral, buen ejemplo de arte sacro provincial donde se custodian importantes obras desde el Románico hasta la actualidad, destacando cuadros de Martín Gómez el Viejo y de El Greco. Una ciudad de contrastes donde conviven lo moderno y lo tradicional.

El edificio más impresionante de la ciudad, la Catedral de Nuestra Señora de Gracia, la primera del Gótico en España levantada por orden de Alfonso VIII.  Su esposa, Leonor de Aquitania y Plantagenet, hermana de Ricardo Corazón de León, introduce los aires góticos en la fábrica de la catedral. Es considera como la primera catedral gótica de Castilla, siendo consagrada definitivamente en 1208 bajo la advocación de Santa María. En su interior, el efecto de la luz que traspasa las vidrieras, lleva al visitante a un paseo místico que no deja de sorprender al observar una construcción que se alarga desde el siglo XII hasta las últimas capillas del Barroco.  

La visita a la Catedral se complementa con la impresionante vista en altura desde el Triforio de la Catedral de Cuenca. Una pequeña escalera de caracol conduce al visitante hacia el cielo catedralicio. Desde allí nos reciben las impresionantes vistas de la Catedral, un espectáculo singular que nos permite apreciar cada detalle, cada rincón. Desde allí, en el exterior nos sorprenderá la plaza Mayor desde las alturas, donde podemos apreciar no sólo parte de los edificios característicos del Casco Antiguo sino también una vista panorámica de la ciudad nueva y de la Hoz del Júcar, con sus impresionantes relieves y paisajes naturales.

El Museo Tesoro Catedral de Cuenca, diseñado por el artista Gustavo Torner, exhibe más de 200 piezas de gran valor y singularidad, espacialmente las referidas al siglo XVI. Salas dedicadas al arte medieval, al renacimiento y el tesoro de la cámara acorazada, donde además de orfebrería encontramos dos maravillosas obras de El Greco, así como el Díptico Bizantino Icono Relicario de los Déspotas de Epiro, y una gran colección de tapices y alfombras.

De la Cuenca colgada todo el mundo conoce sus Casas Colgadas, ejemplo de arquitectura popular conquense donde sus balcones invitan a observar simplemente el vacío, convirtiéndose en santo y seña de la ciudad. Como desde sus Rascacielos de San Martín, los primeros edificios de más de diez plantas del mundo. El Puente de San Pablo, diseñado por la escuela de Eiffel, se convierte en un paseo para los osados y en una aventura para los vertiginosos, pero a todos deja con la misma sensación de situarse en uno de los mejores sitios de la ciudad. La misma sensación que produce sentarse en el Barrio del Castillo desde donde el visitante puede sentir la ciudad a sus pies, ya que sus miradores asoman directamente a una caída hacía las hoces que parece asomar a la profundidad más inaudita.

Dentro de las emblemáticas Casas Colgadas nos encontramos con una de las muestras artísticas más significativas del arte en España a mediados del siglo XX: El Museo de Arte Abstracto. El museo exhibe más de un centenar de pinturas y esculturas, una de las colecciones más completas de obra de artistas españoles de la generación abstracta de los años cincuenta y sesenta, continuadora, en cierto modo, de las ideas renovadoras que en su día tuvieron Picasso, Miró y Gris. En ella están representados artistas como Canogar, Chillida, Feito, Millares, Oteiza, Tapies, Torner, Zobel.  

No nos podemos olvidar de la Cuenca sabor, a esta ciudad también la conforman sus singulares sabores, sus suculentas comidas y sus tradicionales platos típicos. Es de obligado cumplimiento no irse sin probar su morteruelo, su ajoarriero, unas gachas o un asado de cordero, y atreverse —sin saber antes lo que es— a comerse un zarajo, todo ello acompañado de los vinos del terreno y rematado con un dulce a base de miel y almendras, el alajú y un revitalizante resolí.  

Todas estas Cuencas, la Cuenca patrimonio, la Cuenca paisaje, la Cuenca colgada, la Cuenca Sabor, la Cuenca Santa… hacen que el visitante se sumerja en un sinfín de sensaciones, de emociones, de recuerdos… que todo el que la contempla cae rendido ante tanta belleza, sin duda: ¡Cuenca es única!


La Alcarria

La Alcarria

Viajar por la Alcarria es una experiencia digna de un Premio Nobel de Literatura, pero también de cualquier turista o viajero deseoso de descubrir una de las comarcas con más personalidad y más características de España. La Alcarria son sus gentes, sus colores en los paisajes y su gastronomía. De paisajes saben mucho los alcarreños, que conviven con el marrón de las arcillas, el azul del agua, el lila de la lavanda y el verde de los campos crecientes.

Si hay un sitio que sirva de capital de la Alcarria ese es Huete, la población más importante y con una carga histórico y monumental sólo superada por Cuenca capital. Pueblo romano, visigodo, árabe, cristiano y judío, por sus calles han pasado prácticamente todos, y todos han dejado su huella. De su castillo medieval queda poco salvo algunas piedras y muchos recuerdos, pero su tamaño es proporcional a su importancia militar como punto fronterizo medieval. Y del esplendor del Imperio también vino el de Huete, con la construcción de 8 monasterios y 10 parroquias, de las que algunas quedan para el disfrute de la población y el turista. Pero Huete no sólo son piedras, también sus gentes que celebran dos fiestas similares en el mes de Mayo, San Juan y Santa Quiteria, declaradas de Interés Turístico Regional.

Y de la Alcarria también podemos ir al Mar sin ir a la costa, en concreto al Mar de Castilla del Pantano de Buendía, un lugar donde disfrutar de los beneficios del agua a todos los niveles y de una ruta única en España, la Ruta de las Caras, un pequeño paseo senderista donde disfrutar de la naturaleza y de esculturas realizadas en la roca caliza.

Priego también es otro de los puntos principales, tanto por naturaleza, historia y por mantener dos de las industrias más utilizadas en la Alcarria, la alfarería y el mimbre. El río Escabas forma una de las formaciones geológicas más bellas de la provincia, el Estrecho de Priego, lugar de fotos y aventuras con su vía ferrata.

Entre este triángulo alcarreño hay una altísima calidad de producción de aceite y productos de lavanda, elementos unidos desde siempre a la idiosincrasia de las gentes alcarreñas. Pero si hay un producto de la Alcarria es la miel, producida en un paisaje de flores aromáticas, girasoles y demás plantas que hacen de su sabor único. Una industria que se mantiene primando la calidad sobre la cantidad, y que hace de esta tierra auténtica protagonista de este alimento.

Visitarla es entrar en una comarca donde todos os recibirán con los brazos abiertos. Camilo José Cela fue testigo directo a través de su famoso viaje, pero cualquier viajero actual puede sentir lo mismo que el Nobel hace 30 años. Hospitalidad, tradición, historia y buena gastronomía. Todos estos son los apellidos de una comarca que se llama Alcarria.


La Mancha

La Mancha

Si España tiene un personaje literario reconocido mundialmente ese es El Quijote, y el Quijote por supuesto es de La Mancha. La Mancha es tierra de plana, de viñedos, trigos y olivares crecidos con el trabajo de los manchegos que han hecho de esta tierra un lugar particular.

La historia de los sitios la escriben sus gentes, y los pueblos que inundan la Mancha conquense llevan impregnado ese carácter agrario de gente humilde y trabajadora que construía “gigantes” para moler su grano, o castillos para defender sus tierras.

Pero la historia comienza más atrás, y en la Mancha conquense si saben de algo es de historia. Los romanos ya poblaron sus tierras en base a una producción económica o casi olvidada y relegada hoy día a los libros, la extracción del Lapis Specularis. Esta formación yesífera en forma de cristal fue usada por los romanos para cubrir las ventanas de todo su Imperio, una importantísima industria de exportación que generó un enorme crecimiento económico y demográfico en la zona asociado a las decenas de complejos mineros existentes. De esa expansión comercial nace y crece Segóbriga, que con su teatro, anfiteatro, circo, foro y termas se convierte en una de las ciudades romanas y yacimientos arqueológicos más importantes del interior peninsular. Una auténtica experiencia para viajar al pasado romano en España.

No sólo romanos poblaron estas tierras, y en tiempos de batallas entre cruces y medias lunas la Mancha fue foco militar, cuyo epicentro estuvo en Uclés. Declarada como sede de la Orden Militar de Santiago ya en el siglo XIII, Uclés es el perfecto ejemplo de la lucha con la espada y la cruz. De primeras preside el pueblo un bello castillo medieval del cual se conservan importantes restos, y después nos encontramos con el santo y seña de esta población, su Monasterio. Conocido como pequeño Escorial de la Mancha por su estilo y sus dimensiones, el Monasterio de Uclés es el mayor edificio de la provincia junto con la Catedral de Cuenca y entre sus muros se guardan las voces de la historia militar y nobiliaria de la zona. Desde los ecos de ultratumba de Jorge Manrique hasta la prisión de Quevedo, Uclés es misterioso, imponente y literario.

Pero hace tiempo que dejamos a nuestro personaje principal, nuestro querido Quijote. Él, que cabalgó por tierras de molinas y castillos, de seguro que tuvo que pasar por Mota del Cuervo, donde sus 7 gigantes gobiernan el pueblo y han dado de comer desde hace siglos a su población. Molinos y castillos en la Mancha hay muchos, pero como los de Mota del Cuervo y Belmonte hay pocos. Porque Belmonte es un punto y aparte en la Mancha, por historia, por monumentos y por algunos de sus paisanos.

Un Castillo y una Colegiata levantados por un noble que tuvo más poder que el rey, y que incluso osó burlarse de uno mediante una farsa. Juan Pacheco, el querido Marqués de Villena, hizo de Belmonte su corte y la morada de un poder que llegaba desde estas tierras hasta Alicante. Un marqués que compartía trono con el rey. Pero las calles de Belmonte no vieron sólo nacer a poderosos, también corretearon por ellas literatos más austeros que tenían el misticismo como máxima vital, y de eso sabía mucho Fray Luis de León, que tuvo Belmonte como lugar de nacimiento. Curiosos estos belmonteños.

La Mancha manchega, tierra de vino, pan, aceite y tocino donde los gigantes daban de comer a su población, e hidalgos de lanza en astillero y adarga antigua se paseaban buscando doncellas y batallas. Nosotros sí que queremos que te acuerdes de la Mancha.


Serranía

Serranía

De Cuenca se conoce su Serranía, y no es para menos, ya que un entorno natural como ese no se encuentra en muchos puntos de España. Pero si a ese entorno natural le sumamos misterio, sitios encantados, cascadas, agua, ríos y aventura hacemos de la Serranía no sólo en algo especial, sino en algo único.

Cuenca capital gobierna en todo su entorno. Una ciudad Patrimonio de la Humanidad que vive “colgada” de sus hoces y de sus tradiciones. Los ríos Júcar y Húecar rodean Cuenca en un abrazo eterno que lo hace bello en lo sentimental y en lo paisajístico. Los conquense se asoman a su ciudad nueva desde la vieja como aquellos que se aventuran en un balcón a ver que pasa fuera. Una ciudad donde se ha mezclado lo antiguo y los nuevo, lo terrenal y lo divino. De lo antiguo queda su Catedral, la primera del Gótico en España, y sus calles enrevesadas donde las piedras y los escudos velan por su historia. De lo nuevo queda los primeros resortes del arte contemporáneo en España, con un Museo que de pequeño y coqueto se convierte en entrañable, y en cuyas paredes nació la abstracción española. De sus tradiciones quedan su Semana Santa con procesiones que sorprenden y que ponen los pelos de punta. Sólo puede haber una frase que describa a Cuenca en pocas palabras. Cuenca es única.

Pero la Serranía también es particular y en su interior se puede viajar a una Ciudad Encantada donde la auténtica aventura está en ver los personajes que esconden sus piedras; o visitar el Ventano del Diablo y asomarse no al infierno, sino al Río Júcar a su paso por Villalba de la Sierra.

Esta zona también es agua, como las Lagunas de Cañada del Hoyo que de 7 lagunas hay 7 colores, una de cada color gracias a la incidencia de la luz en los componentes de las distintias lagunas; o las Torcas de los Palancares y Tierra Muerta, depresiones del terreno originados por la acción del agua en zonas kársticas y únicas en España. Del Río Cuervo no hace falta hablar, porque los ojos se quedan como platos al disfrutar de tal belleza natural.

De la Serranía también es su sociedad, con unas gentes que recuerdan la historia como algo lejano y distinto y de cuando sus padres y abuelos tenían que transportar los troncos del pino negral a través de los ríos. El agua que los llevaba, “el agua que nos lleva” al Tajo gracias a los gancheros. Oficios perdidos pero recordados por una sociedad relegada a los montes y que ve al viajero como alguien a quien hospedar, cuidar y tratar bien.

La Serranía de Cuenca, como su capital, es única, y adentrarse en ella es escuchar una de las cosas que muy pocos pueden disfrutar en su día a día, el silencio.